Reflexiones filosóficas sobre la música: Deleuze, Bachelard y Jean-Luc Nancy
Introducción
Hablar de música permite introducir un sinfín de temas para abordar, se abre la posibilidad de crear vecindades entre el fenómeno sonoro, entendido como ruido y el modo de hacer visible una muestra artística que puede presentarse como pintura, cine o poesía dentro de nuestro tiempo. La música como muestra sonora permite al cuerpo expresarse y abre posibilidades a devenires siempre diferentes, sin la necesidad de pertenecer a un orden establecido, simplemente trata de hacer visible, hacer en el mundo y más correctamente «hacer mundo» mediante ondas sonoras que se expanden y son escuchadas, que a su vez se interpretan de distintas maneras.
La música como posibilidad de creación
Hacer mundo quiere decir volverse uno en el universo que rodea al sujeto escuchante, pues mediante la música se comienza a crear sentido dentro del mundo, interponer un savoir-faire en lugar de un ệtre, como bien lo menciona Deleuze, los dos primeros verbos siempre son un constante movimiento que está en proceso de hacerse, a diferencia de aquellos que apuestan por un ser, que siempre es algo ya establecido dentro del tiempo y el espacio. Hacer mundo envuelve un sentido artístico de la existencia humana; Jean-Luc Nancy menciona que dentro de nuestra existencia no podemos asumir del todo que tenemos un cuerpo, más bien cabe la posibilidad de decir que «somos un cuerpo» porque el cuerpo como materia no es una posesión única, este se va constituyendo y se forma en el mundo que lo ve y que lo envuelve, al hablar de ser, se introduce un carácter ontológico, el cuerpo es en el mundo, se hace y des/hace, en un mundo que está cambiando y se transforma a cada momento.
A partir de la conjunción que se crea entre cuerpo, mente y mundo, surge la idea sobre la importancia de la música. La música hace posible el mundo. En conjunto con el cuerpo se comienza a crear sentido que permite formar nuevas disposiciones en lo que se denomina significado y permite el resurgimiento de una reinterpretación diferente a cada momento en el tiempo, inventa y crea nuevas realidades alternas que dentro de la cotidianidad no resultan encajar de manera perfecta; en la sociedad actual la música es un fenómeno que ha adquirido diversos matices desde las diferentes expresiones del mismo arte, se conjuga toda una serie de elementos, ya no se unen sólo los elementos sonoros, sino que tiene todo un trasfondo que puede analizarse desde una perspectiva ontológica e histórica que repercute directamente en el lenguaje del ser humano.
La música es una vibración constante que siempre va más allá del sonido abstracto que muchas veces es captado por los oídos, logra acompasar la conciencia de cada individualidad en el mundo creando atmósferas diversas porque como bien se menciona desde la filosofía antigua, la música genera existencias exquisitas; un ejemplo es el mito de Orfeo, que además inicia una tradición respecto a la música antigua y abre nuevas interpretaciones para la filosofía y el arte, cuando Orfeo tocaba la lira generaba en el mundo sonidos delicados que brindaban experiencias divinas a aquel que las escuchaba. Desde la antigüedad, la música ha sido un determinante para nuestra existencia, por ello, cada vez que se hace una dupla entre música y cuerpo se abren posibilidades, una atmósfera nueva surge a partir de la escucha de cada ser en el mundo. La creación artística, entendida como un dar a luz a nuevas atmósferas, se puede explicar con el concepto que proponen Deleuze y Guattari, a propósito del caosmos, que quiere decir que dentro de cada persona radica y existe un microcosmos, y dentro hay caos que se agita siempre de manera vital, pero al mismo tiempo poseemos un cosmos, un universo que está dispuesto en nosotros para ser usado y ser modificado.
La música aparece en el contexto del ser humano, precisamente como un modificador, un deformante, hace posible que este caosmos coexista en nosotros, es decir, que se hace posible la creación artística a partir del caos, haciendo que a su vez éste forme parte del cosmos.
Lo anterior sólo destaca la invitación que hace la música y como ella es siempre un territorio perene y etéreo, pero, ¿qué es lo que esconde realmente la música? La música como acto de creación artística esconde diversas líneas para abordarla, uno de los puntos más recurrentes se da desde el arte. Hablar de música esconde de fondo el concepto de sonoridad, que se hace presente desde la antigüedad con la figura de Orfeo, y también se puede recuperar la idea del caosmos, dado que Orfeo mismo poseía este caos que se presenta de diversas formas en su vivir, hasta el momento de su muerte, además, resulta ser, históricamente, una de las figuras más importantes para comprender la sonoridad en el mundo y presente en el arte como posibilitador de sensación.
Dice el mito de Orfeo que en la época en que dioses y seres fabulosos poblaban la tierra, vivía en Grecia un joven llamado Orfeo, que solía entonar hermosísimos cantos acompañado por su lira. Su música era tan hermosa que cuando sonaba, las fieras del bosque se acercaban a lamerle los pies y hasta las turbulentas aguas de los ríos se desviaban de su cauce para poder escuchar aquellos sones maravillosos. Un día en que Orfeo se encontraba en el corazón del bosque tañendo su lira, descubrió entre las ramas de un lejano arbusto a una joven ninfa que, medio oculta, escuchaba embelesada. Orfeo dejó a un lado su lira y se acercó a contemplar aquel ser, cuya hermosura y discreción no eran igualadas por ningún otro. –Hermosa ninfa de los bosques –dijo Orfeo–, si mi música es de tu agrado, abandona tu escondite y acércate a escuchar lo que mi humilde lira tiene que decirte. La joven ninfa, llamada Eurídice, dudó unos segundos, pero finalmente se acercó a Orfeo y se sentó junto a él, posterior a ello la joven muere siendo llevada al Hades, lugar al que baja Orfeo en busca de Eurídice. Con su lira logra burlar la entrada del Hades para hablar con el Dios, quien le permite llevarse a su amada bajo la condición de no mirar hasta que ambos estuvieran fuera del Hades, lo cual no ocurre porque Orfeo mira antes de salir y Eurídice no puede abandonar el inframundo. Este mito, que es sumamente interesante y bastante mentado dentro de la historia del pensamiento, se hace presente dentro de la obra de Virgilio y Ovidio en la antigüedad.
Orfeo contribuye a la comprensión del origen y la importancia de la música, así como la relación que se establece con la muerte, la curiosidad, entre otras. Busca hacer énfasis en la relación de la música con la divinidad puesto que los dioses brindaban este don a los hombres, pero es hasta que nace Orfeo que logra hacer uso de este don divino llevando melodías hermosas a todos los que lo escuchaban. En este mito se aprecia el sonido de la lira de Orfeo como algo místico y divino que siguió su curso histórico hasta las expresiones sonoras de la época actual; refiriendo la importancia del sonido en la vida del hombre como un conjunto creativo que permite acompasar estudios diversos sobre sonido entendido como arte dentro de la expresión humana, que desde los griegos hasta nuestra época no ha cesado de hacerse presente.
Gracias a la concepción de la música como ejercicio lírico para el hombre, surge la sonoridad que es en sí, lo que da ser a la música; gracias a ella puede ser expresada. Lo sonoro implica estar atento, tener inquietudes y estar alerta de aquello que nos rodea, en ello consiste el acto de la sonoridad, en generar la curiosidad en el ser, para que a partir de ella logre materializar la musicalidad del mundo que ya está presente ante nuestros ojos, pero hay que develarla para que encuentre su fulgor en el espacio del oyente, ahí en donde encuentra su tiempo y su sentido de ser en el mundo.
La música y en conjunto la musicalidad que envuelve cada nota ha sido algo que ha acompañado al hombre a lo largo de toda su historia, como algo fundamental o secundario. La música es una manera de amenizar la existencia humana permitiendo que el espíritu obtenga un éxtasis momentáneo, creando imágenes visuales e imágenes sonoras que a su vez se convierten en ideas que se subliman en la duración de cada memoria, dentro de cada conciencia como una expresión del mundo que incita al ser humano, eleva el cuerpo a la acción en donde lo que se obtiene como culmen es una nueva creación que se da de formas diversas, acompasada con el ejercicio mental de cada individualidad.
Dentro del arte, sobre todo auditivo, es necesario contemplar dos posibilidades: primero, el impacto que busca crear el artista dentro de su creación, pues como bien lo menciona Bachelard, para ser artista se necesita un misterio interior, este misterio es el que quiere dejar su huella en el mundo para los oyentes; segundo, la importancia de la obra en sí, es decir de la nota musical, el arreglo, lo que envuelve el sonido que a su vez deviene sonoridad en el cuerpo que lo experimenta. Con estas dos proposiciones se da una nueva re-interpretación vibrante de la creación musical de nuestro siglo. Jean-Luc Nancy habla acerca del fenómeno de la escucha en donde se genera el sentido del mundo, en este tenor, la música es aquello que permite hacer sentido; de inmediato se debe retomar el fenómeno de la sonoridad como una glosolalia del mundo porque como he dicho antes lo sonoro está en el mundo esperando ser descubierto; ese encuentro entre sonoridad y mundo genera una relación intrínseca y amorosa, puesto que ambos están relacionados con el sentido como significación o como creación artística dentro de cada nota.
Para crear es preciso tener un territorio. Como bien lo menciona Deleuze, el caos tiene tres grandes hijas, la filosofía, el arte y la ciencia; para cada una es preciso entender su plano de creación. En el caso de la música se retoma el caos que proviene del arte que propiamente crea variedades en el mundo; se debe partir de una tierra que es el propio misterio de aquel que crea, para que luego pueda adquirir una existencia dentro de la materialidad del mundo. De esa manera la sonoridad lejos de arrastrar formas establecidas, más bien las alarga, las estira en un devenir de notas, un vaivén melódico que produce un sentido, puesto que da vida a un inexistente. En ese afán se comienza a generar una verdad con el mundo, tanto el territorio como el sentido de la creación son inseparables dentro del espectro del arte, porque ambos se compenetran el uno en el otro. En un primer momento se parte del territorio que posteriormente va deviniendo en una sonoridad, en la resonancia que deja marca en el mundo y es recibida por el sujeto que la escucha, creando un amplio universo que se halla como materia dispuesta para hacer visible y presentar las fuerzas que recorren cada ser, que a su vez encuentra la síntesis en las fibras sonoras que abren diversas interpretaciones, dejando visible un sentido que va más allá de la significación; en este acto de visibilizar un sonido que se vea tal como un ejercicio de sinestesia, todo este acto parte de la personalidad y el vivir de una nota, o de una alteridad en el espacio.
La segunda parte, la contemplativa, envuelve el motivo de la creación que resuena como eco; ello implica la escucha. ¿Qué implica escuchar la obra y de modo indirecto escuchar al sujeto que la dispone? Para ello son necesarias tres cosas: estar alerta, ser curioso y tener inquietudes. Una vez que se cumplen estas tres funciones se puede hablar de una buena amalgama entre artista y obra, entre lenguaje y movimiento glosolálico. La obra musical es en sí misma un trabajo artístico que envuelve el mundo en esa atmósfera creativa en la que el artista deviene uno con su obra; dentro de la musicalidad que exalta en el mundo, debe existir un opuesto, el silencio.
El silencio dentro de la glosolalia musical no debe ser entendido como una privación, es una disposición a la resonancia; hacer resonar el cuerpo en el mundo cuando se queda atento a la escucha y a la obra musical que de cierta manera está naciendo constantemente. Como dice Jean-Luc Nancy en A la escucha: el sujeto de la escucha está siempre aún por venir, espaciado y atravesado y llamado por sí mismo, sonado por sí mismo.
El sujeto, el hombre que crea, se encuentra siempre desplazado tal como una casilla vacía que se encuentra en el silencio del mundo, en la periferia, esperando que la resonancia llegue a sus existencia y con la resonancia comience la existencia del sentido como algo que escapa al significado, para poder generar lo que se denomina obra; la obra que en sí misma posee un valor metafísico, porque comienza a estar en el mundo que la escucha.
¿Por qué resulta importante el silencio? Porque de fondo nace la idea de estar atento, de atender el mundo, prestar oídos a aquello que cotidianamente aparece como inadvertido. Hay que hacerse digno del mundo; aprender a escuchar el mundo: el crujir de las ramas, el sonido del viento. Es preciso estar primero en silencio para aprender a escuchar el murmullo del mundo, que en el fondo es la glosolalia cuando el sonido ha perdido su significado y queda sólo el sentido puro de la escucha.
Conclusión
El ejercicio musical implica de lleno diversas repercusiones en las que se debe ahondar. Una de ellas es el espasmo que se genera como creación dentro del ser, que se embelesa en esa experiencia creativa. Para el ejercicio de la música es preciso desarticular el lenguaje; desdoblarlo y desarticular las palabras para que pueda surgir como una nueva expresión. La música como fenómeno de mundo envuelve mucho más que sólo la experiencia métrica y sintónica; es preciso un ejercicio de introspección, una experiencia profunda que al lograr derrumbar el significado al que estamos acostumbrados del lenguaje, devela una experiencia trascendental del susurro melódico, que hace posible que ya no exista un significado en la música, sino que se logra un tartamudeo, balbucear con el lenguaje acompasado por la experiencia del vaivén melodioso.
Más allá de la experiencia sensible de la musicalidad de las palabras compuestas dentro de una obra, subyace la importancia del ejercicio de la escucha: contemplar que en el mundo se debe prestar oídos atentos, para que de esa manera sea posible sensibilizar y llevar a la experiencia material el fenómeno de la música, como fuerza expansiva que está dispuesta en el mundo para abrir e inventar posibles, nuevas experiencias artísticas a partir del sonido. Todas esas flexiones del lenguaje y de los sonidos hacen que la escucha sea y adquiera una experiencia en sí misma; ya no queda remitida a la experiencia del sujeto que escucha, sino que más bien la musicalidad adquiere autonomía ya no sólo como creación, sino con un valor intrínseco en el mundo, en el que existen infinitos sonidos que logran generar una experiencia diversa en cada ser que es presa del acto musical, porque la música ofrece la experiencia de abrir un devenir infinito de extensas posibilidades que cada ser de manera subjetiva experimenta sin que ninguna de ellas se compare con otras más vividas dentro del mismo tiempo y espacio.
Bibliografía
Bachelard Gastón, El agua y los sueños, trad. Ida Vitale, México, FCE, 1978.
Deleuze Gilles, ¿Qué es la filosofía?, trad. Thomas Kauf, Barcelona, Anagrama, 1993.
____________Mil mesetas, capitalismo y esquizofrenia, trad. José Vázquez Pérez, Valencia, Pre-textos, 2004.
Guattari Félix, Caosmosis, trad. Irene Agof, Argentina, Manantial, 1913.
Nancy Jean-Luc, A la escucha, trad. Cristóbal Durán, España, Amorrortu, 2008.