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Poemas por la paz

Poemas por la paz

Recién nacido

Cantan las calles 

luego que les han cortado los hilos, 

y un Don Quijote recién nacido

crece con gritos que mueven

molinos de viento.

No, no son gigantes,

son políticos de estos momentos,

envueltos con disfraces 

y pequeñas máscaras que desnudan

una sonrisa que se traga la pobreza.

Don Quijote es un niño 

pero ya sabe que la proeza 

es mantener la bandera que ondea 

en el asta.

Sabe poco, pero lo que sabe le basta

para jugar este juego de luchas

que otros llaman vida.

Don Quijote sabe que la guía recibida

en el primer capítulo 

pone un pasaje donde advierte

que quien no se despierte

vive con el alma reducida,

porque el hombre, cuando se abre,

llama vida

al camino por hacer,

y muchas veces está obligado

a volver a nacer,

pujando y pujando 

con su mismo vientre.

Constructores de cenizas

Si una pequeña flor intrépida 

creciera donde no debe,

entre estruendos y bombardeos,

destellos, cristales rotos, 

se agacharía para ver mejor

el guerrillero,

doblaría sus rodillas bajo el peso

de una fuerza desconocida.

Sin derechos, sin superioridad, sin 

leyes de ningún dios, sin llamado 

a salir victorioso,

solo un niño y cinco pétalos

que crecieron donde no debían,

un grito que trae la voz

y se levanta en el mundanal 

bullicio de una ciudad hecha

enteramente

de los constructores de cenizas.

Guerra

¡Guerra! 

Ruidos ensordecedores,

la muerte acecha

en las emboscadas.

Los niños lloran y no se oyen

en el bombardeo.

En las noches de alquitrán

donde las estrellas 

no son solo estrellas

y la luna es solo un fogonazo

que rompe las almas,

la música es una sirena 

que estremece las voces de las madres

cerradas en la canción de cuna,

llanto cantado lleno de amor.

Los soldados que no son soldados

rezan y van siendo muchos

en el temblar de la vida,

van siendo muchos 

en los rostros que se alumbran

como brasas,

hasta que en los huesos

algo se rompe,

van siendo menos,

muchos menos

sin el camino que lleva al lugar

donde, como sílabas de fuego,

ardían escondidos detrás de la inocencia.

Héroe de oscuras batallas

De la metáfora se levanta 

la génesis de alas, 

hombre que sale desde el fondo, 

héroe del camino con pensar profundo, 

respiro de sangre que muriendo exhala 

mares de noches espectrales. 

Desde los huesos de héroes singulares, 

pulsa un hombre que es humano, 

libertador de un eco lejano, 

voz que rompe, firme en el coro,

hace de la bondad tesoro, 

sin tiempo para levantar medallas, 

con grito de guerra sonoro

muere en oscuras batallas. 

¿Y de quién hablo?

Ni yo misma lo sé.

En este mundo que está al revés

de precariedad y ceguera

donde la paz es una bandera 

que levanta quien alimenta la guerra,

yo le ruego por esta tierra,

pido que nazca un nuevo loco,

que se exponga al menos un poco

para mejorar el mundo.

Guerra cotidiana

Ya vuelan blancas palomas de viento 

por el norte y este, por el sur y oeste, 

por el inagotado pensamiento, 

evitan corrientes que desatan

ambientes crepusculares

de desoladas pústulas

sobre la herida de la tierra. 

Son mártires de plumas, 

condenan la guerra. 

Esa guerra cotidiana que alimenta 

flores de sangre, miseria, hambre. 

Guerra que se pudre silenciosa bajo el sol, 

con un viejo silencio reventado 

de postillas tibias que hablan

de los gritos congregados 

en los ojos sin órbita, picoteados 

por pájaros marinos

que abrazan el destino  

de los emigrantes 

que encuentran la muerte. 

Mundo inerte, indócil suerte, 

extraña muchedumbre 

que no se ajunta, que no se mezcla,

que vive en la indiferencia, 

hábil en descubrir el punto de castración 

de la presencia humana. 

Un nuevo inicio

Yo que vengo de un mundo lejano

para escuchar la historia

de este mundo de guerra y de paz.

Guerra por causas banales, 

de destrucciones y de reconstrucciones, 

generadora de rumores de batallas. 

Guerra con bombas, misiles, metralletas,

se levanta el pueblo contra el pueblo,

de la irreverencia;

yo digo que son solo voces

que llenan los corredores de un castillo

de atrocidades. 

Entre sordas miradas, bestialidades,

carestía con fantasía, 

la muerte parece un escenario 

cuando el mito de ella, se vuelve ovación. 

Se aclaman territorios de traumas 

y se llama nación

a la muerte que sale con su nombre. 

Muerte, muere el hombre

por la herida de su mano. 

Con ilustre dolor profano, 

con la sed de venganza que invoca, 

el hombre trivializa 

el último aliento de la boca, 

y deshoja el alma de la tierra. 

Guerra, guerra, es tiempo de guerra, 

el hombre muy cerca de la bestia, 

aún así lejos 

de cualquier instinto de supervivencia, 

hace del poder una ciencia

y busca, por oscuras razones, el ataque. 

Sin piedad, con las manos enguantadas, 

la guerra arranca de los ojos que aletean

la última luz de los espirituales párpados. 

La guerra tiene más sed de muerte 

que un abismo. 

¿Puedo escuchar esta historia con optimismo? 

No, yo espero la reconstrucción 

que da a la luz humores y lágrimas, 

aguas que alimentan un planeta al carbonio, 

base de nuestra química orgánica, 

producto que vive en el interior de estrellas. 

Yo espero el milagro espiritual, 

estaciones bellas, rosadas auroras, 

un vuelo fluido y visiones consoladoras, 

palabras curativas, acciones balsámicas

sobre esta tierra de angustias satánicas, 

yo espero.

Sueño de paz

Descubro 

por un hilo sonambúlico de profecía

que el hombre está por morir 

por manos del hombre,

y yo quiero decapitar el tiempo

para que el tiempo salga con otra

cabeza,

para que la inocencia y su pureza

no sean contaminadas.

En vez, descubro 

que por verdades inventadas

el hombre mata al hombre;

quien se dice víctima pide armas,

y así la víctima se vuelve agresor.

Con ciegos ojos  

la muerte y su blancor

tiene el olor de bombas.

La mentira es un conjunto de ondas,

la primera en morir es la verdad.

No se sabe quién tiene razón

y se transforma la realidad:

agresor-víctima, víctima-agresor,

agresor-agresor, víctimas, víctimas

de una guerra que no termina.

En la negra tierra que no germina

crece el escrito: ¡Viva la guerra!

Solo los locos hablan de paz,

y yo, parte de los locos,

hablo de la hora dulce

del cielo que cambia de color

en los primeros días de primavera,

hablo del pájaro que regresa

y del polen que viaja en sus alas,

hablo de la sonrisa de los niños 

que juegan sin miedo,

hablo de la paz que sonríe 

en los ojos de las madres

cuando comen con sus hijos

hablando de proyectos futuros

en casas seguras,

hablo de la caricia que cura,

de la paz que espera

en la ventana iluminada

de reflejos de rocíos.

Hablo sola y en los delirios míos

miro las calles donde caminan

las familias unidas;

hablando de alegrías, festejan la vida.

Huellas sin paso

No habla la arena en el vacío 

de horizontes y paisajes,

el sol achica los ojos

henchidos por la luz 

que se propaga en el viento. 

El viento que sopla lleva y trae

los brazos hermanos de la muerte 

que no sabe de qué ausencias

el vacío está hecho. 

El silencio es ya vacío, 

con paredes de tumbas levantadas

que olvidan el lugar 

donde se esconden los abrazos. 

La muerte brinda sus espectros

llenos de incorpóreas sombras

que han olvidado lo que une 

al hombre a sus promesas. 

Las sombras bailan en los ojos que miran

el oscuro mundo que los llama 

desde allá donde se pierde

la forma exacta de la huella. 

¿Dónde, dónde? 

¿En qué lugar nos perdimos? 

Nadie habla, nadie sabe dónde estuvimos

antes de llegar a este desierto. 

¿Dónde se perdió el sueño despierto 

del hombre que vivía los tiempos del alma 

que le daba felicidad y alas? 

Ahora solo quedan pétalos marchitos

y el amor que era un don infinito 

se perdió en el incógnito mundo 

que muchos llaman destino. 

¿Dónde está el viejo camino

de esa palabra usada

de quien daba su amor sin pedir nada? 

El hombre bajo el peso de sus espinas

tiene el alma mutilada y el corazón preso,

que se cierra suicida al beso. 

Como una semilla de luz apagada 

el hombre perdió el tiempo del abrazo

en el largo camino de pupilas dormidas

y perdió también el sentido de la vida

en el intento de dejar una huella sin paso.

Paradoja

Hombres los barcos traen y llevan,

ideas que beben sangre,

mareas que lloran huesos,

lágrimas inmensas, delirantes,

de ojos testigos

que absorben neblinas en la mañana

para esconder rostros que callan algo

que se va para siempre.

Y en la garganta se anuda el expediente

de una muerte que se levanta de su cadáver;

la resurrección de los hombres, se sabe,

es muy lenta y nace

en el cementerio de las palabras.

¿Y para qué hablar,

si en los verbos escondemos esqueletos

de actos de bondad no cumplidos?

¿Para qué gritar dormidos

si después se vive en la interpretación

de pactos de paz promulgada,

que saltan de sombra en sombra,

vestidos de mentiras descubiertas

por la misma tierra manchada de guerras

que enseña los huesos que brillan en la noche

y oculta la tristeza de los rostros doblados?

La herida de la humanidad 

A veces me pregunto 

por qué sigo buscando 

en el pajar una aguja. 

Creo que lo hago 

para encontrarme 

con el ser humano.

Mis manos son ojos, 

mi boca tiene manos. 

Se hacen preguntas.

¡Qué largo es este recinto

de dinastías de odio,

en donde cada episodio

tiene un final distinto! 

Soberanamente convinto

falsamente gobernado

y cruelmente declarado

de un gobierno, cuya mano

juega con la vida del ser humano. 

Por la conciencia 

y su ritmo de carne, 

la humanidad de cuello frágil

soporta las islas de migajas, 

el collar de hierro, el jarrete

de quien somete 

a la esclavitud a los otros hombres. 

Sobre el mundo cruel, 

mi faz de fango

me ensucia la cara, 

el agua del bautismo 

en mi mente se seca, 

reclamo para mi perdón 

el apocalipsis de los monstruos

que envenenan sin razón

el corazón de los siervos que callan

todas estas muertes fútiles.

Cementerio de plumas

Se equivocó la paloma, 

terminó su vuelo

en una película de horror, 

temblor de bombas

que queman la hierba. 

El desierto vomita 

trozos de carnes. 

Las pocas flores huelen

a tierra quemada. 

Con la bandera de la libertad 

negada,

los ojos de los niños 

saludan las tinieblas

y se secan las heridas. 

En la mezcla de tierras

y de historias sufridas, 

crecen semillas de odio. 

Se oyen estruendos

y la franja de vida es reducida 

a sepulcro lleno

de lúcida desesperación. 

Se pierden los nombres, 

se pierde la razón, 

con la inocencia asesinada en Gaza. 

La paloma equivocada, pasa

y chilla “NO” a la masacre,

“NO” al gusano y a los ojos comidos. 

¡Oh, paloma sin mancha! 

Te moja el llanto estremecido. 

Las armas cargadas en el mundo 

llegan a Israel continuamente, 

la locura de la gente

hará de tu cuerpo 

un cementerio de plumas. 

Denuncia

Ninguna casa

para mis palabras,

vuelvo a hablar libre

con la antorcha verde,

enciendo la esperanza que se pierde

en el desorden de la especie

que sueña un sueño antiguo

de crueldades de caníbales.

Vuelvo a hablar del enlace biológico,

del árbol genealógico

que une

un hombre a otro hombre.

Vuelvo a hablar del grito vegetal,

del llanto brutal

de la infancia

con el hambre enterrada

de pestilencias exacerbadas

de corrupción y crueldad

que huelen a muerte.

Vuelvo a hablar del hombre que justifica

sus entrañas podridas de maldad

que sirven de alimento a las ratas.

Hablo de los hombres perdidos

en el último triunfo

del cuervo tenaz de la traición.

Hablo por el destino del niño

que no quiere morir

arrastrado por caminos sangrientos.

Grito contra quien usa la guerra

como experimento

para exaltar el poder,

hiriendo cielos

de amor cortado

con cuchillos de egoísmos

que confunden el hombre con la bestia.

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