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La ciencia en la Divina Comedia

La ciencia en la Divina Comedia

No es ninguna novedad decir que la Divina Comedia es una obra de enorme riqueza y complejidad, por la cantidad de temas que Dante incorpora en su poema, y por la multiplicidad de lecturas que nos propone. La obra puede leerse simplemente como un libro de viajes fantástico, pero también como exploración de las pasiones y la condición humana; como obra religiosa que explora la relación del ser humano con Dios, o como la narración del hombre desencantado de la actividad política, que observa la hipocresía y avaricia de quienes ocupan puestos de poder, utilizándolos sólo para satisfacer ambiciones personales.

Aparecen en el trasfondo de la obra elementos culturales de variados orígenes: la mitología griega, la filosofía de Platón y Aristóteles, los poetas e historiadores latinos (con Virgilio y Ovidio ocupando un lugar central), la Biblia, el pensamiento de los grandes filósofos cristianos medievales (como San Agustín, Boecio, Isidoro de Sevilla y Santo Tomás), la historia de Roma, y las grandes luchas políticas de la época de Dante, lo mismo que los chismes de «los famosos», las artes plásticas, la literatura, la música de la iglesia y la de los trovadores, la lujuria y el amor cortesano, la descripción de hechos épicos y las más sencillas acciones de la vida cotidiana. Todo parece estar aquí: el universo entero de principios del siglo XIV; todo encuentra un lugar en el magno poema dantesco.  Eso hace que su lectura resulte compleja, pero también muy deleitosa. Y por supuesto, a la variedad temática se une la belleza poética, la fuerza de las imágenes que nos presenta Dante, y el manejo de un lenguaje igualmente rico, que incorpora elementos del latín lo mismo que del provenzal, o modismos de dialectos como el lombardo, el toscano y el sardo, todo encuadrado por el ritmo y musicalidad del verso.

Dentro de esta enorme riqueza aparece también, aunque a veces quede opacada por los elementos más cercanos a una cultura de tipo humanístico, la ciencia de la época. Son muchos los temas científicos que pasan por la pluma de Dante. En una somera enumeración de las disciplinas y problemas científicos mencionados en la Comedia podemos incluir la óptica, la meteorología, la geología, la reproducción humana y la herencia, y en un lugar preeminente, la astronomía y cosmología, ligadas a la astrología: relación que fue más frecuente –hasta tiempos recientes– de lo que suele pensarse.[1]

No podemos decir que Dante haya sido un científico, pero podemos decir, en términos modernos, que la inclusión en su vasto poema de explicaciones de muchos fenómenos, tomadas del pensamiento científico de su época, justifican que lo consideremos un genial divulgador de la ciencia, un comunicador del conocimiento científico.

Recordemos algunos de los temas científicos que aparecen en la Comedia.

En el caso de los fenómenos meteorológicos, encontramos numerosas alusiones al fenómeno de los rayos, explicados como el incendio de los vapores exhalados por las nubes. Cuando estos vapores se elevan hasta alcanzar la esfera del fuego, producen –en cambio– las estrellas fugaces, como en el Infierno V, v. 37, donde Dante habla de “vapori accesi”.

En lo profundo del Infierno, Canto XXXIII, vv. 103-105, Dante se sorprende por la presencia del viento, ya que, según la explicación científica de su tiempo, el viento se generaba cuando el sol calentaba la tierra y transformaba la humedad en vapor, que al liberarse generaba movimiento del aire, viento. Por eso, en ausencia de sol, para Dante es inexplicable su presencia. En tal circunstancia, pregunta a Virgilio (versos 102 y 103): “Maestro mio, questo chi move?/ non é qua giù ogni vapore spento?[2], pero no encontrará explicación hasta que vea batir las alas de Lucifer, en el Canto XXXIV, que son las que provocan ese viento infernal, no producido por causas naturales.

En más de una ocasión en la Comedia se describen sismos; mismos que, según la ciencia de la época, tienen un origen similar al del viento: vapores que se generan cuando el sol calienta la tierra húmeda, pero que por alguna razón quedan atrapados y se van acumulando, hasta el instante en que la presión hace que se liberen de forma violenta. Así lo menciona Dante, por ejemplo, al final del Canto III del Infierno (vv. 130-136). Aquí, al terremoto sigue un rayo, en este caso provocado por el incendiarse de los vapores liberados de la tierra por el terremoto, y no por las nubes, como usualmente sucede.

Finito questo, la buia campagna/ tremò sì forte, che de lo spavento /a mente di sudore ancor mi bagna. /La terra lagrimosa diede vento, /che balenò una luce bermiglia, /la qual mi vinse ciasqun sentimento; /e caddi come l’uom che’l sonno piglia.[3]

No bien habló, la lobrega campaña/ retembló con espasmo tan violento/ que aún de sudor mi frente el miedo baña./ La tierra lacrimante sopló un viento/ que relampagueó con luz bermeja,/ quitándome sentido y sentimiento;/ y caí como aquel que al sueño ceja.

En el Canto XX del Purgatorio, a partir del verso 127, Dante describe un nuevo y terrible terremoto. Sin embargo, en el canto siguiente Stazio les explicará que se trata de un terremoto con causas distintas a las de los que sacuden la tierra, porque en el Purgatorio “ma per vento che in terra si nasconda,/ non so come, qua su non tremò mai.”[4] (Purgatorio XXI, vv. 56 y 57). Es decir, aunque la base de la montaña pueda sacudirse a causa de temblores originados por el aire atrapado en la tierra, según explica la ciencia, ésos nunca se sienten en la parte superior, por incomprensible que esto pueda parecer.

Son también numerosas las referencias a la óptica. Por ejemplo, el principio de que el ángulo con que se refleja un rayo de luz sobre una superficie es igual al ángulo con que incide en ella, es mencionado con todo detalle en el Purgatorio (Canto XV, vv. 16-21):

Come quando da l’acqua o da lo specchio/ salta lo raggio a l’opposita parte,/ salendo su per lo modo parecchio/ a quel che scende, e tanto si diparte/ dal cader de la pietra, in igual tratta,/ sì come mostra esperienza ed arte;[5]

Como cuando desde el agua o el espejo/ salta el rayo a la opuesta parte,/ subiendo del mismo modo/ que aquel que desciende, y tanto se desvía/ del caer de la piedra, en igual trazo,/ como muestra la experiencia y el arte.

Aquí la expresión “caer de la piedra” está usada para referirse a la verticalidad respecto a la superficie horizontal del agua, al igual que la frase, “la línea que cae a plomo, que indica la plomada”.

En este mismo Canto XV, v. 69, se habla de que Dios se acerca “come a lucido corpo raggio viene[6], usando una metáfora basada en la explicación óptica de que los cuerpos luminosos lo son en tanto que están dispuestos a recibir la luz.

Es interesante también, como reflexión epistemológica sobre la validez de la experimentación cual medio para generar conocimiento en las ciencias, lo que ocurre en el segundo canto del Paraíso. Beatriz le ha preguntado a Dante cómo se explica él la existencia de las manchas en la Luna, y para refutar su idea de que se deben a regiones de distinta densidad en la sustancia lunar, recurre primero a una variada argumentación lógica, pero termina indicándole a Dante que él mismo puede comprobar la falsedad de uno de sus argumentos, realizando un experimento, que describe detalladamente a partir del verso 97. Debe colocar tres espejos frente a él, con uno de ellos a mayor distancia, y una fuente luminosa a su espalda. Cuando al inicio del canto siguiente, Paraíso III, v. 3, Dante haga referencia a la forma en que Beatriz le ha mostrado la verdad en el tema de las manchas lunares, usará las palabras “provando e riprovando”, que serán adoptadas como lema por la Accademia del Cimento, fundada en Florencia por los discípulos de Galileo en 1657.[7]

En cuanto a la astronomía, son constantes a lo largo de toda la obra las referencias a los astros como indicaciones temporales. La posición del Sol, la Luna y las constelaciones no sólo nos indican la hora, sino la época del año. Estas indicaciones resultan bastante difíciles y oscuras para una gran cantidad de lectores contemporáneos. Desde mi punto de vista, una gran parte de la dificultad proviene de que en nuestra época hemos perdido la costumbre de mirar al cielo. Para la mayoría de nosotros, el conocimiento del cielo y los astros está basado en lo que hemos leído en libros de texto, pero no en una observación directa. ¿Por qué, por ejemplo, Dante habla de que la Osa Menor no se hunde en el mar, no se oculta tras el horizonte? O, ¿por qué los grados que ha recorrido el Sol nos pueden indicar cuánto ha pasado desde su salida? ¿Qué quiere decir que la noche surja en la constelación de Libra? Indicaciones de este tipo resultan enigmáticas para cualquier lector, de cualquier época, que nunca haya mirado el cielo y el movimiento de las estrellas.

Un tema que también nos muestra Dante, en el Paraíso, es el de la sustancia de los astros. El problema cosmológico que planteaba que los astros pudieran estar constituidos por materia sólida, y por tanto pesada, era muy serio. De ser así, la fuerza de gravedad los haría caer hacia la Tierra. Dante considera que los planetas no están formados por materia; Beatriz y él no caminan por superficies sólidas en su recorrido por el Paraíso. Este problema siguió presente incluso para pensadores como Isaac Newton, siglos después, quien no encontraba cómo explicar por qué la atracción de los cuerpos celestes entre sí no hacía colapsar al sistema solar. Finalmente optó por recurrir a Dios para explicarlo.[8]

De entre todas estas referencias al conocimiento científico de su tiempo, quiero extenderme en un pasaje que resulta particularmente interesante, porque desmiente una falsa idea que muchos de nosotros aprendimos en la primaria. Siempre se nos dijo, o por lo menos en mi infancia así fue (y puedo afirmar que también en la de Manolito, el amigo de Mafalda, quien, cuando la maestra explicaba que “pese a las burlas y a la incomprensión de todos, Colón seguía afirmando que la Tierra era redonda”, soltaba la carcajada diciendo “¡Redonda!…¡Qué bruto!”[9]), que la grandeza de Colón estribaba en haber sostenido que la Tierra era redonda, en un mundo que insistía en que era plana, y en haber convencido a los Reyes Católicos de una idea tan revolucionaria. Según me explicaban, era imposible pensar que alguien estuviera en las antípodas colgando cabeza abajo. La Divina Comedia nos permite ver, en numerosos pasajes, que la idea de una Tierra plana era totalmente ajena a Dante y a sus lectores del siglo XIV.  Queda claramente establecido que la Tierra es una esfera. Veamos lo que dice Dante en el Canto XXXIV del Infierno, el último de esta cantiga.  Es el momento en que Virgilio y Dante llegan al borde mismo del centro de la Tierra, donde se encuentra Lucifer. De él sólo pueden ver la parte superior del cuerpo, desde el pecho, ya que el resto se hunde en las profundidades. Virgilio hace que el aterrorizado Dante se sujete fuertemente de su cuello, mientras él salta al cuerpo del gigante y comienza a descender por su pecho, agarrándose de los enormes vellos que lo cubren. En el momento en que llegan al centro del cuerpo, esto es, la unión de las piernas con la cadera, dice Dante (v. 78):

lo duca, con fatica e con angoscia,/ volse la testa ov’egli avea le zanche,/ ed aggrappossi al pel com’umo che sale,/ sì che in Inferno io credea tornar anche.[10]

El maestro, con fatiga y angustia,/ volvió la cabeza a donde tenía las piernas,/ y aferrose  al pelo como hombre que trepa,/ de modo que al Infierno yo creía otra vez volver.

Después Dante salta a la orilla, donde él y Virgilio toman un descanso. Dante vuelve la vista hacia arriba, para ver nuevamente la cabeza de Lucifer, y se encuentra con sorpresa que lo que está arriba son las piernas (vv. 88-90):

Io levai gli occhi, e credetti veder

Lucifero com’io l’avea lasciato,

e vidili le gambe in su tenere;[11]

Levanté los ojos, creyendo ver

Lucifer como lo había dejado,

y vile las piernas en lo alto tener.

¿Qué ha sucedido? Dante por supuesto pregunta a Virgilio, quien pacientemente le explica, en los versos 106 a 126: “es que tú crees que estás todavía del otro lado del centro (de la Tierra), donde estábamos mientras descendíamos. Pero en el momento en que giré, pasamos el punto hacia el que la gravedad atrae a todos los cuerpos (el centro de la Tierra) y subimos por el hemisferio opuesto, por el hemisferio sur, donde es de mañana mientras en el otro hemisferio es de noche. Lucifer no se ha movido, sigue en la misma posición en que estaba antes.”

Ed egli a me: “tu imagini ancora/ d’esser di là dal centro, ov’io mi presi/ al pel del vermo reo che’l momdo fora./ Di là fosti cotanto quant’io scesi;/ quand’io mi volsi, tu passasti il punto/ al qual si traggon d’ogni parte i pesi,/ E se’or sotto l’emispero giunto/ ch’è opposito a quel che la gran secca/ coverchia, e sotto il cui colmo consunto/ fu l’uom che nacque e visse sanza pecca:/ tu hai i piedi in su picciola spera,/ che l’altra faccia fa de la Giudecca./ Qui è da man quando di là è sera;/ e questi che ne fe’scala col pelo/ fitto è ancora sì come prim’era./ Da questa parte cadde giù dal cielo;/ e la terra, che pria di qua si sporse,/ per paura di lui fe’del mar velo/ e venne a l’emisperio nostro; e forse/ per fuggir lui lasciò qui luogo voto/ quella ch’appar di qua, e su ricorse.[12]

“Piensas que allá del centro estás ahora,/ dijo, “donde en el vello yo hice presa/ del gusano que el mundo así perfora./ No has visto dónde la bajada cesa;/ al darme vuelta yo, cruzaste en serio/ ese punto que atrae a cuanto pesa./ Acabas de pasar a otro hemisferio/ opuesto al que a la tierra da techado/ y bajo el cual colmó su ministerio/ aquel que nunca conoció el pecado:/ tienes los pies en la pequeña esfera/ que forma de Judesca el otro lado./ Aquí es día y allí la noche impera;/ y el que hízonos de escala con su pelo/ conserva aún su posición primera./ A esta parte cayó del alto cielo;/ y la tierra existente, en el fracaso,/ por miedo haciendo de la mar un velo,/ pasó a nuestro hemisferio; y aquí, acaso,/ la que aparece, con el terremoto,/ un hueco al huir dejó, subiendo al paso.”

El pasaje no deja lugar a dudas, la Tierra es una esfera. Pero no sólo eso, nos explica, incluso a los lectores actuales menos despiertos, como Manolito y yo, que la dirección que llamamos “arriba” no existe por sí misma en el espacio, sino que depende por completo de la fuerza de gravedad. Arriba es en la dirección opuesta a la fuerza de gravedad, abajo es en la dirección de la gravedad. Lucifer cayó hacia abajo (cadde giù dal cielo), dice Dante, lanzado desde el firmamento del hemisferio sur, para quedar atrapado en el centro de la Tierra, con la mitad del cuerpo en el hemisferio norte (la cabeza) y la otra en el hemisferio sur (los pies). Por eso Dante vio cómo Virgilio giraba, poniendo la cabeza donde antes tenía los pies, es decir, se colocó cabeza abajo, y, siguiendo su movimiento en la misma dirección descendente, Dante sintió que comenzaban a subir. Esa sensación fue lo que lo hizo pensar que estaban regresando al Infierno (in Inferno io credea tornar). Una poesía excelsa para explicarnos bellamente un concepto físico. Brillante labor de divulgación. Uno más de los méritos del gran Dante.

Libros relacionados

Bibliografía

Alighieri, Dante. Divina Commedia. Edición de Siro A. Chimenz. Torino, UTET, 2013.

Mussardo, Giuseppe y Polizzi, Gaspare. Tra Cielo e Terra. In viaggio con Dante Alighieri e Marco Polo. Sicilia, Dedalo, 2021.

Vanalesti, Anna Maria. Il Firmamento di Dante. Astronomia e astrologia nel poema dantesco. Roma, Società Editrice Dante Alighieri, 2019.

Koestler, Arthur. Los Sonámbulos. México, Conacyt, 1981.


Notas

[1] Pensemos que una de las grandes motivaciones del modelo ptolemaico del Universo es, no tanto hacer una descripción de la estructura física del cosmos, como establecer un modelo matemático que permita conocer la posición de los astros en cada momento, para así poder conocer el influjo que tendrán sobre las vidas humanas. Y en este sentido el modelo resulta relativamente exitoso. Al respecto pueden verse: Strano, Giorgio, A Favor y En Contra de Ptolomeo y Clericuzio, Antonio, “La Astrología”, en Eco, Umberto (Coord.) La Edad Media, III Castillos, mercaderes y poetas, FCE, México, 2018. Sobre la persistencia del pensamiento astrológico y religioso en los creadores de la ciencia moderna, véase, Koestler, Arthur. Los Sonámbulos, Conacyt, México, 1981.

[2] “Maestro mío ¿quién ésto mueve?/ ¿no está aquí todo vapor ausente?” Todas las citas de la Divina Comedia están tomadas de la edición de Siro A. Chimenz, Torino, UTET, 2013. Las traducciones son mías donde no se indica otra cosa.

[3] “No bien habló, la lóbrega campaña/ retembló con espasmo tan violento/ que aún de sudor mi frente el miedo baña. / La tierra lacrimante sopló un viento/ que relampagueó con luz bermeja,/ quitándome sentido y sentimiento;/ y caí como aquel que al sueño ceja.” Versión de Abilio Echeverría, Divina Comedia, Alianza Editorial, Madrid, 1995.

[4] Purgatorio XXI, 56-57. “mas por viento que en la tierra se esconda,/ no sé cómo, aquí nunca tembló.”

[5] “Como cuando desde el agua o el espejo/ salta el rayo a la opuesta parte,/ subiendo del mismo modo/ que aquel que desciende, y tanto se desvía/ del caer de la piedra, en igual trazo,/ como muestra la experiencia y el arte.”

[6] “como a luciente cuerpo rayo viene”.

[7] Cfr. nota a este verso en la edición citada de Chimenz.

[8] Al respecto véase Koestler, Op. cit., capítulo: La Síntesis Newtoniana, pp. 486-497.

[9] Quino. 10 Años con Mafalda. Lumen, Barcelona, 1973, p. 58.

[10] “El maestro, con fatiga y angustia,/ volvió la cabeza a donde tenía las piernas,/ y aferrose  al pelo como hombre que trepa,/ de modo que al Infierno yo creía otra vez volver.”

[11] “Levanté los ojos, creyendo ver/ Lucifer como lo había dejado,/ y vile las piernas en lo alto tener.”

[12] “Piensas que allá del centro estás ahora”,/ dijo, “donde en el vello yo hice presa/ del gusano que el mundo así perfora./ No has visto dónde la bajada cesa;/ al darme vuelta yo, cruzaste en serio/ ese punto que atrae a cuanto pesa./ Acabas de pasar a otro hemisferio/ opuesto al que a la tierra da techado/ y bajo el cual colmó su ministerio/ aquel que nunca conoció el pecado:/ tienes los pies en la pequeña esfera/ que forma de Judesca el otro lado./ Aquí es día y allí la noche impera;/ y el que hízonos de escala con su pelo/ conserva aún su posición primera./ A esta parte cayó del alto cielo;/ y la tierra existente, en el fracaso,/ por miedo haciendo de la mar un velo,/ pasó a nuestro hemisferio; y aquí, acaso,/ la que aparece, con el terremoto,/ un hueco al huir dejó, subiendo al paso.” Versión de Abilio Echeverría, Op cit.

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